Según algunos estudiosos, el año de la muerte de Jesús lo podríamos situar en el 32 d.C., con el argumento de que la fiesta de Pentecostés de los Hechos de los apóstoles (Act 1:122:41) encaja en ese año mejor que en ningún otro.
El viaje a la Pascua de la muerte lo emprendió Jesús desde su retiro.Juan habla de Efraím (Jn 11:54), mientras que por Lc 17:11 deduciríamos que venía más del norte. El viaje lo inició Jesús aproximadamente dos semanas antes de la Pascua.
El viernes amterior al viernes de su muerte, debió de trasladarse de Jericó a Jerusalén, donde permanecería o en su refugio habitual del monte de los Olivos o en casa de Lázaro.
Como quiera que fuese, el sábado se encontraba en Betania, donde sin duda acudió por la mañana a la sinagoga; la comida del sábado después del servicio religioso la hizo en casa de Simón el Leproso, donde lo ungió María (Jn 12:18).
“Al día siguiente” (Jn 12:12), es decir, el primer día de la semana, el que ahora llamamos “domingo,” y que fue el llamado Domingo de ramos, marchó Jesús a Betfagé, camino de Jerusalén. Durante ese camino empezó el homenaje mesiánico que le tributaron (Lc 19:2840); antes de que la procesión descendiera al valle, es decir, todavía sobre el monte de los Olivos, pronunció Jesús su lamentación sobre Jerusalén (Lc 19:41-44). Tras la solemne recepción en Jerusalén marchó Jesús al templo y probablemente con esa primera visita después de su entrada en la capital hay que relacionar “la (segunda) purificación del templo.”
Después de la entrada en Jerusalén. Durante los días que siguieron — desde el domingo al miércoles — hay que situar estos hechos: la trampa que le tienden a Jesús con la cuestión del tributo (Mt 22:1521 y paralelos) y el enfrentamiento con los saduceos a propósito de la resurrección (Mt 22:2333 y par.); así mismo la trampa que le tienden al reclamar su opinión acerca de la mujer adúltera (Jn 8:111).
Mateo, siguiendo su esquema centralizador, agrega aquí una serie de discursos y parábolas de Jesús, pero que en parte debió de pronunciarlas antes de estas fechas: respuesta de Jesús a la pregunta acerca del mandamiento principal (Mt 22:34-40), réplica de Jesús sobre el Mesías (Mt 22:41-46), advertencia contra los fariseos (Mt 23:136), la parábola del banquete de las bodas reales (Mt 22:1-14), el discurso sobre el fin del templo y el final del tiempo (Mt 24:151), la parábola de las diez vírgenes (Mt 25:1-13), la parábola de los talentos (Mt 25:14-30), y el discurso sobre el juicio final (Mt 25:31-46).
Jueves y viernes de la semana de la pasión de Jesús. Presentan en general la problemática de que los acontecimientos se amontonan. Por ello ha habido siempre estudiosos que han intentado evitar ese amontonamiento de sucesos — que por lo demás no lo imponen todos los Evangelios — distribuyéndolos desde la tarde del martes hasta la tarde del viernes. Y así proponen, por ejemplo, poner la celebración de la última cena en la noche del martes. Mas como esa nueva cronología todavía sigue discutiéndose vivamente, y dado que la cronología tradicional cuenta también con sus posibilidades de crédito, aquí vamos a tener en cuenta dicha cronología tradicional reservando los sucesos para el jueves y el viernes santos.
Según esta cronología tradicional, la tarde del jueves celebró Jesús la cena pascual con sus apóstoles. Hacia el mediodía envió Jesús a Pedro y a Juan desde el monte de los Olivos a la ciudad para que preparasen allí la cena pascual. En el caso de que Jesús celebrara el banquete de Pascua con un cordero, debió de tenerlo ya reservado. Inmediatamente Pedro y Juan marcharon al templo para degollar allí el cordero. En el caso de que Jesús celebrara el banquete pascual sin cordero, lo único que tenían que hacer los discípulos era preparar las cosas necesarias en la misma casa en que iban a cenar; también allí habrían degollado y preparado un cordero, pero no el cordero pascual.
Al caer la tarde entró Jesús con sus acompañantes en la ciudad. La cena se prolongó hasta la medianoche. Es posible que Jesús se encaminase después con sus discípulos al templo, que ese día permanecía abierto desde la medianoche. Desde el templo, o directamente desde la casa del banquete, cruzó el valle del Cedrón y se encaminó al monte de los Olivos.
Por lo que hace a la cronología, la marcha de Judas Iscariote crea una dificultad. Si, como cabría suponer, abandonó la sala del festín ya antes de iniciar el banquete, todavía era lo bastante temprano como para que hubiera conducido al comando que detendría a Jesús hasta la misma sala del convite, cosa que Jesús habría querido impedir enviando por delante a Pedro y a Juan. De hecho Judas condujo al comando hasta el monte de los Olivos. Hemos de resignarnos a esa dificultad cronológica.
Al monte de los Olivos llegó Jesús con sus discípulos al filo de la medianoche o — si antes se había encaminado al templo — hacia la una de la madrugada. Aproximadamente una hora después — entre la una y las dos — llegó el comando judeo-romano para prender a Jesús.
La sesión en casa del sumo sacerdote, con la primera condena de Jesús, debió de celebrarse entre las dos y las tres de la madrugada. No era necesario que durase mucho, y podría haber terminado una hora después aproximadamente; eso coincidiría con el “canto del gallo” al que se alude en la negación de Pedro.
“Cuando se hizo de día” (Lc 22:66) se celebró en el templo la segunda sesión del gran consejo; pongamos que hacia las 7 de la mañana. La discusión violenta con Pilato, la conducción del prisionero al palacio de Herodes, su devolución a Pilato, la flagelación, los intentos de Pilato para dejarle libre y la condena final debieron desarrollarse entre las 8 y las 12 de la mañana. “Era la parasceve de la Pascua, y la hora alrededor de la sexta” cuando Pilato pronunció la sentencia, según dice Jn 19:14.
La crucifixión puede situarse hacia las 13 horas; correspondería a esa hora el episodio de Simón de Cirene, que muy bien podría haber regresado del campo a dicha hora, antes del calor más fuerte del día, en la primera hora de la tarde. Cuando los Sinópticos dicen que entre la hora sexta y la hora nona se extendieron las tinieblas sobre la tierra (Mc 15:33) — refiriéndose sin duda alguna al tiempo que Jesús padeció en la cruz —, tendríamos una nueva coincidencia, pues que en el cómputo popular del tiempo la expresión “hora sexta” comprendía también las horas siguientes a la misma.
Desde la tarde del viernes hasta el domingo. Es un período de tiempo que plantea menos problemas para una cronología, que casi puede establecerse al minuto.
En las primeras horas de la tarde (hacia las 14 horas) del viernes los acusadores de Jesús abandonan el Gólgota para obtener de Pilato el mandato de retirar los cadáveres de los crucificados; están convencidos de que todo se desarrollará según el uso romano: quebrantamiento de los huesos, deposición de la cruz, incineración de los cadáveres. Todo ello bajo la supervisión y control de los soldados que habían llevado a término la ejecución.
Hacia las 15 horas, “al caer la tarde,” murió Jesús. Inmediatamente José de Arimatea se presentó a Pilato para pedirle el cadáver de Jesús. En el ínterin interviene el comando que baja los cadáveres del patíbulo, pero no rompen las piernas de Jesús, porque ya estaba muerto, ni se llevan su cadáver.
Al regreso de José de Arimatea algunos hombres bajan de la cruz el cuerpo de Jesús, lo lavan, lo embalsaman — en la medida en que lo permitían las prisas —, presenciándolo todo las mujeres a unos pasos de allí al tiempo que lo lloraban. Cuando oscurecía, el cuerpo de Jesús estaba ya colocado en la sepultura de José de Arimatea, y se hizo girar una piedra sobre la entrada. Al llegar la noche todos abandonaron el lugar de la sepultura.
Entretanto los acusadores de Jesús habían preparado su pascua, entre las 15 y las 18 horas. Al comenzar la noche pascual — hacia las 18 horas — se fueron a sus casas a celebrarla o, en el caso de los fariseos, al centro de la asociación. Avanzada ya la noche del banquete pascual tuvieron noticias del curso real de las cosas: que el cadáver de Jesús había sido entregado a José de Arimatea. Durante la noche aún celebraron consejo sobre la nueva situación. En la mañana del sábado una delegación parlamenta con Pilato y le ruega que ponga guardias en la tumba. Y esa misma mañana un cuerpo de guardia vigila la tumba y el cadáver. La custodia del sepulcro por cuatro soldados romanos se mantiene desde la mañana del sábado hasta las primeras horas de la madrugada del domingo o primer día de la semana. Cuando las mujeres acudieron al sepulcro, los soldados habían huido.
Fuentes: